domingo, 25 de julio de 2010

La desconfianza entre periodistas

Darío Ramírez
La violencia genera censura. No hay nota que valga una vida, eso lo saben las y los periodistas de México. La decisión de no cubrir ciertas fuentes, de no tocar algunos temas, de no investigar, no es una decisión libre, es una decisión tomada -y con razón- como medida de protección para asegurar la supervivencia, producto del miedo. Asumir, como lo hacen decenas de colegas, que la censura es la mejor protección contra la violencia se podría traducir en un golpe mortal para la prensa en muchas partes del país. Podemos afirmar con certeza que el ejercicio de la libertad de expresión en México está en crisis. Vale la pena señalar que no toda la prensa nacional está sufriendo esta censura, pero sí toda la prensa, en mayor o menor medida, está produciendo información con miedo o precaución.

Un homicidio más. Un periodista menos. Una prueba más de que el periodismo en México es profesión de alto riesgo. Ahí están los seis homicidios de colegas durante el año 2010. Seis periodistas que dejan de informar a varias decenas de lectores. Las cifras en México son groseras y parecen no alarmar a las autoridades mexicanas. Por lo menos, su parsimonia y falta de resultados así lo demuestran. Los homicidios de periodistas no están circunscritos a la frontera norte. Hay casos a lo largo y ancho del territorio. En los primeros siete meses del año se han registrado dos homicidios en Michoacán y tres en Guerrero, ambos con gobiernos perredistas, y uno en Nuevo León. Las cifras crecen y la impunidad se asienta mientras la prensa local es cada día más vulnerable a nuevos ataques.

La displicencia, omisión, imprudencia y negligencia de las autoridades está clara, basta revisar los expedientes oficiales de violencia contra periodistas. Ya tenemos un diagnóstico, valdría entonces preguntarnos: ¿qué debemos de hacer? Cada vez que platico con un colega periodista en relación con el homicidio de otro escucho una frase: "quién sabe en qué habrá estado metido". Fulminante comentario. En la mayoría de los casos no hay evidencia que sostenga la aseveración, probablemente ni conocen su trabajo ni al colega muerto, entonces, ¿por qué vulneran la presunción de inocencia de otro periodista? En algunos casos hay, efectivamente, indicios de malos actos cometidos por informadores que nos inducen a concluir que el asesinato no tiene que ver con su ejercicio ético del periodismo. También, hay que decirlo claro, hay periodistas que son atacados por otras razones lejanas a la profesión. Aunque de ninguna manera se justifica el ataque contra su vida, se debe hacer distingo con aquellos casos que fueron agredidos claramente por su labor periodística.

Sabemos que el aliento para futuras agresiones es la falta de investigación y determinación de los móviles del ataque. Todos, absolutamente todos los casos deben de ser esclarecidos. Por eso resulta indispensable analizar con mayor precisión la causa que da origen a los ataques contra la prensa. Es decir, identificar claramente que los ataques tuvieron como motivo el ejercicio de este derecho. Es importante alejarnos de la especulación para dar paso a la claridad y transparencia en las investigaciones. Con esto se fortalecerán los cimientos de la confianza dentro de la profesión. Sin la confianza mutua, difícilmente se podrá caminar hacia una voz solidaria que exija vehementemente fin a la violencia contra periodistas. Es a través de la unión alrededor de la premisa "alto a la violencia contra la prensa" como se puede abatir este grave problema. Sólo así se elevarán los costos políticos contra autoridades ineficaces y se exigirán políticas públicas para prevenir futuras agresiones.

Es claro que la competencia informativa y comercial es intrínseca al periodismo. La solidaridad y unión no deben de entenderse como elementos contrarios. El periodismo mexicano debe brincar las barreras ancestrales y atender el contexto de hoy. Proscribir nociones como "los periodistas no somos noticia", cuando los homicidios de colegas van al alza en el país, es de vital importancia. Después de cada lamentable caso, hay una incipiente mejoría en la cobertura de los hechos, pero lejana a una presión real y a una condena unánime fuerte y clara por parte del periodismo nacional. Las dificultades para ejercer el periodismo en México están orillando lentamente al surgimiento de ejercicios solidarios entre grupos de periodistas, todos ellos indispensables. Periodistas y organizaciones debemos de caminar más rápido, debemos de tomar acción antes de que el periodismo sufra daños irreparables. Así lo demanda la realidad. La responsabilidad de adoptar una cultura de prevención y estar a la altura de la realidad sigue recayendo en dueños, editores, reporteros, fotógrafos y los demás miembros de la profesión. ¿Hasta cuándo llegará esa solidaridad?

El autor es Director de Artículo 19 para México y Centroamérica.

Fuente: www.eluniversal.com.mx