domingo, 7 de noviembre de 2010

Los diarios que quieren ser como la tele

Defensor del lector
Juan Carlos Núñez Bustillo
GUADALAJARA, México, noviembre 07.- La radio informa, la televisión muestra y los periódicos explican. Escuché esta frase hace muchos años, antes de la aparición de Internet. Con ese enunciado se pretendía definir la vocación y la identidad de cada medio. Los periodistas de prensa escrita teníamos claro que aunque no podíamos competir con la radio y la televisión en cuestión de inmediatez, teníamos la ventaja de la profundidad. La gente se enteraba de un hecho por medio de la radio y podía ver las imágenes que transmitía la televisión, pero necesitaba el periódico para tener una visión más completa del hecho, enterarse de los detalles, conocer antecedentes, prever consecuencias, enterarse de los análisis y de las opiniones de los expertos.

Las cosas cambiaron. Apareció Internet con todas sus posibilidades y las ofertas informativas de la radio y la televisión se multiplicaron. La cultura de la imagen y de la inmediatez ganó terreno.

El deslumbramiento ante el poder de la imagen llegó a los periódicos. Dueños y directivos se preguntaron qué hacer y decidieron (algunos más, otros menos) que los diarios se tendrían que parecer a la tele. Había estudios de expertos que así lo aconsejaban. Recuerdo uno que nos presentaron a principios de los años noventa. Investigadores de Estados Unidos hicieron un experimento en el que pedían a algunas personas que leyeran páginas de periódicos. Los investigadores les ponían antes unos lentes con cámaras que registraban lo que habían leído. Los resultados fueron tristes para quienes escribimos. En general, tenemos menos de 5 por ciento de posibilidad de que una persona lea nuestro texto completo, el porcentaje baja, si no mal recuerdo, a 2 por ciento cuando se trata de textos "largos", más de cuatro párrafos o algo así. (Si usted llegó hasta aquí en su lectura, se lo agradezco.) La conclusión: como la gente ve, pero no lee, hay que poner más imágenes y menos texto. Hay que parecernos a la tele que es lo que les gusta.

Apareció el color en los diarios y se multiplicó el número de imágenes. La premisa de que toda página debía llevar "una buena foto, bien dada" cambió por: "muchas fotitos, aunque no sean tan buenas". Los textos se recortaron y ganó la urgencia de competir con Internet, la radio y la televisión. Se volvieron más apreciadas las competencias informáticas de los reporteros que sus habilidades narrativas. La buena pluma perdió importancia. "Que no se vaya la nota", se convirtió en el máximo imperativo. Disminuyeron los periodistas dedicados a elaborar reportajes propios; la crónica perdió terreno frente a la nota del día, lo mismo que las entrevistas. Si en algún momento ser diferente a otros los otros medios era motivo de orgullo, ahora es una vergüenza no traer lo mismo que la competencia.

Siempre me pareció que en lugar de querer parecerse a los otros medios, los periódicos debían fortalecer su identidad. Pero los datos ahí estaban: la gente no lee, la gente ve. Y hacia allá avanzaron, en general, los diarios.

Hay uno que ha ido a contracorriente. El Die Zeit (El Tiempo), de Alemania. El domingo pasado El País publicó un artículo en el que informa que en plena crisis de la prensa escrita, ese diario "ha tenido los mejores dos años de su historia". ¿Cómo lo ha logrado? Publicando textos bien escritos, con temas de profundidad, "incluso difíciles". "Sus artículos son largos, muy documentados; complejos, controvertidos; y a menudo abordan cuestiones éticas o de historia", dice el texto de Laura Lucchini. El director del periódico alemán, Giovanni di Lorenzo, indica que se han acercado a las necesidades los lectores. "Desconfía de las 'creencias pararreligiosas en Internet', que, dice, se han convertido en ideología".

Me parece que Público podría revisar la conveniencia de fortalecer su proyecto afianzando las ventajas de la prensa escrita.

Hago esta reflexión a propósito de parte de la carta que me envió Leopoldo Mora y en la que dice: "Aprovecho la ocasión para saludarlo y sumarme no sólo a los lectores que lamentamos la salida —dicen que temporal— del excelente columnista Jesús Silva Herzog Márquez, sino también al reclamo de una mayor calidad en muchas de las columnas del diario. Hace tiempo supimos que la gran mayoría de estas columnas son literalmente aportaciones gratuitas de quienes las escriben, sobre todo los que viven en Guadalajara —esa clásica tendencia tapatía de sólo considerar digno de pago a 'los de afuera'—, pero sí sería urgente que se hiciera una revisión de la calidad y/o pertinencia de algunas de estas columnas, o en todo caso delinear mejor sus aspiraciones y posibilidades, así como analizar si no es necesario incorporar nuevas plumas. Está claro que Internet y la televisión ya le quitaron hace tiempo a los diarios la novedad de la noticia, pero la capacidad de análisis, de ofrecer otras perspectivas, de proponer incluso nuevos temas en la agenda, es algo que todavía pueden ustedes explotar como generadores de opinión pública y que los lectores que permanecemos fieles agradeceríamos en demasía.

"Queda uno con la duda de si varios de sus columnistas simplemente lo son porque aceptaron escribir sin el mínimo pago, o si simplemente porque forman parte de un paquete de plumas del grupo Milenio. Claro que existen buenos espacios de opinión, y claro que Correo del Lector a veces es la sección más amena del diario, pero me queda también claro que los estándares que conocimos como lectores de Siglo 21 y Público A.M. (Antes de Milenio) nos obligan a desear más y con justa razón. Ojalá no perdamos a Silva Herzog Márquez —que de veras es lo primero que buscaba al comprar el diario los lunes, y a partir de ahora siento una gran ausencia y falta de sentido en el producto que compro— y ojalá el que alguien sea columnista de Público sea un verdadero punto de referencia y hasta prestigio, no simplemente una labor que alguien aceptó por puro amor al arte o qué se yo".

Si usted terminó de leer esta columna me sentiré muy honrado. Es una de las muy pocas personas que la encontraron digna de ser leída.
Fuente:
www.milenio.com