Joaquín Morales Solá
En su vocación por el eterno retorno al pasado, en Argentina se discute en estos días, desde la cima misma del poder, si la libertad de prensa debe ser como lo es en el mundo civilizado. Es decir, si debe existir -o no- la libre expresión del periodismo independiente. En los casi 27 años que pasaron desde la restauración democrática, ese debate no se dio nunca con la gravedad de ahora. Desde que el matrimonio Kirchner perdió las elecciones legislativas de mitad de mandato, el 28 de junio del año pasado, la ofensiva oficialista contra la prensa ha crecido con un ritmo tan constante como peligroso. Sin embargo, nunca como en estos días el kirchnerismo argentino se pareció tanto al chavismo venezolano.
En el último año, el periodismo argentino debió enfrentarse con intensas campañas gubernamentales de descalificación, mediante calumnias difundidas por la televisión y la radio supuestamente estatales. A ese conglomerado mediático se le sumó una acumulación no menor de medios creados recientemente por empresarios enriquecidos durante el kirchnerismo. Una ley de medios, suspendida en su aplicación por la justicia, concentró en el Gobierno el poder de decisión sobre la radio y la televisión; también ignoró los derechos adquiridos de sus actuales propietarios. Grupos fanáticos del kirchnerismo han sometido a conocidos periodistas a la persecución callejera.
A pesar de todo eso, el combate central contra la prensa independiente argentina comenzó el martes último con una durísima ofensiva oficialista contra los dos principales diarios argentinos,
La argumentación del kirchnerismo asegura que la compra de Papel Prensa se hizo bajo persecución y torturas, durante la última dictadura militar, de la familia Graiver, que era la anterior dueña de la empresa. La familia Graiver sufrió, en efecto, el secuestro, la prisión ilegítima y los más incalificables tormentos durante el gobierno de los militares. Sucedió en el año 1977. En agosto de 1976, el jefe del grupo económico de la familia, David Graiver, murió en un accidente de avión en México. El banquero David Graiver manejaba, según se supo mucho después, recursos financieros del grupo armado Montoneros. La prensa argentina debió callar menos y decir más durante la última dictadura militar. Pero no fue cómplice de violaciones de los derechos humanos.
Los diarios
Nunca, durante las casi tres décadas de democracia argentina, ningún miembro de la familia Graiver cuestionó la venta de Papel Prensa ni acusó a los diarios compradores. Esta es una novedad que surge ahora, inclusive siete años después de gobierno de los dos Kirchner. El Estado conserva una parte minoritaria del paquete accionarial. Importantes dirigentes kirchneristas, entre ellos un ex jefe de Gabinete, ocuparon en estos años sillones en el directorio de la empresa papelera en nombre del Estado. Ninguno dijo nada nunca.
Desde la derrota electoral de hace un año, el kirchnerismo eludió la autocrítica y prefirió culpar al periodismo de su desventura política. Eligió, también, la preocupante senda de la radicalización, utilizando hasta límites antidemocráticos el enorme poder que le concede una política argentina fragmentada y, a veces, impotente. El fuerte crecimiento económico que beneficia a la región latinoamericana amortiguó, a su vez, los efectos sociales del creciente autoritarismo de los Kirchner. No obstante, en todas las mediciones de opinión pública, mayoritarios sectores sociales le reprochan a la diarquía gobernante su propensión a usar y abusar de un poder descomunal.
El eventual control de Papel Prensa les permitiría a los Kirchner una enorme influencia sobre la prensa gráfica independiente, a la que no han logrado someter todavía. El Gobierno controla también, mediante aranceles y un manejo discrecional de la aduana argentina, la importación de papel. Producción nacional e importación de papel para diarios quedarían, en ese caso, bajo el arbitrio del poder político. Tal proyecto se ejecuta con los argumentos de la "democratización" de los medios de prensa. En su nombre, han ignorado dos garantías constitucionales: la libertad de prensa y la propiedad privada. En un imprevisto triunfo de la sinceridad sobre la simulación, el matrimonio presidencial argentino decidió parecerse aún más a su muy cercano amigo Hugo Chávez. El problema insoluble que tienen es que carecen de los reaseguros políticos, económicos, sociales y militares de Chávez. ¿Cómo harán, entonces?
(El autor es periodista y editorialista de
Fuente: www.elpais.com