domingo, 24 de octubre de 2010

Intercambio de cromos y otros vicios

Defensora del Lector
Milagros Pérez Oliva
ESPAÑA, octubre 24.- El llamado "periodismo de fuentes", aquel que se ejerce desde los gabinetes de comunicación de organismos públicos y privados, cuenta cada vez con más profesionales y tiene cada vez más influencia en la determinación de la agenda informativa, pero una parte de sus profesionales se siente incómoda con el papel que a veces ha de jugar. El periodismo de fuentes necesita repensar su función y garantizar el cumplimiento de las normas éticas del periodismo. Esa es la idea con la que se cerró el debate Gabinetes de comunicación, ¿periodistas o publicistas?, celebrado el lunes en el Colegio de Periodistas de Cataluña, del que hoy quiero hablarles porque las inquietudes allí expresadas tienen mucho que ver con la calidad de la información que ustedes, los lectores, reciben.

La necesidad de dar respuesta a las demandas informativas y hacer frente a la presión, siempre apremiante, de un número cada vez mayor de medios llevó a los responsables políticos de las instituciones públicas y a los gestores de las grandes corporaciones privadas a canalizar la información a través de gabinetes de prensa. Poco a poco, sin embargo, se ha ido imponiendo la tendencia a transformar esos gabinetes de comunicación en instrumentos de control político de la información.

Algunos periodistas de gabinete se encuentran cómodos en su papel de controladores, pero otros, como pudo verse en el citado debate, acusan el malestar que les produce encontrarse en medio de un fuego cruzado de presiones antagónicas: por un lado, la que ejercen los responsables políticos o gerenciales de la institución en la que trabajan, que exigen no solo un férreo control de la información, sino unos determinados resultados de presencia mediática; y, por el otro, la que reciben de los periodistas de los medios, cada vez más enervados por las dificultades que tienen para acceder a la información, incluida aquella que por imperativo legal deberían estar a disposición de cualquier ciudadano.

En mi artículo "Políticos que no aman a los periodistas", publicado hace un año, les expliqué el malestar de los periodistas de los medios, incluidos por supuesto los de El País, por el creciente control político de la información pública. Las relaciones entre periodistas y políticos no han mejorado. Cada vez se convocan más comparecencias de políticos que no admiten preguntas y la utilización de la información con fines partidistas, de propaganda o de mera intoxicación, de la que les hablé en el artículo "Cerrojazo informativo", es cada vez más descarada.

Una de las consecuencias negativas de esa dinámica es un mayor uso -y a veces abuso- de las fuentes anónimas en las informaciones conflictivas, que son muchas. Otra, la tendencia a establecer relaciones viciadas entre los periodistas de ambos lados, lo que en jerga profesional se conoce como "intercambio de cromos". En su versión amigable, esto viene a ser algo así como: "Tú me das la exclusiva y yo le doy a la noticia una cobertura extensa y positiva", y en su versión conflictiva sería: "Puesto que te has portado mal, le daré a otro la exclusiva". Disculpen la simplicidad, pero eso es lo que, crudamente, ocurre con frecuencia. Ya les he expuesto el malestar que ello genera entre los periodistas que trabajan en los medios, pues cada vez dependen más de la información que controlan estos gabinetes, y si quieren ejercer su independencia, cada vez han de hacer un esfuerzo mayor para poder saltar por encima de las barreras de control. En el debate del Colegio de Periodistas de Cataluña se puso de manifiesto que esta dinámica tampoco satisface a muchos de los periodistas de los gabinetes de comunicación.

Puede parecerles que lo que les cuento forma parte de un debate profesional que debería dirimirse por cauces internos. Pero no es solo un debate profesional. Lo que subyace es un debate sobre la calidad de la democracia. En los foros ciudadanos a los que, a menudo, soy invitada, escucho vehementes críticas a los medios de comunicación y muchas de las cartas que recibo como Defensora del Lector no contienen quejas concretas, sino preocupación por la calidad de la información que recibe la ciudadanía. Y también por la influencia negativa que ciertas dinámicas informativas ejercen sobre la toma de decisiones políticas, como se ha puesto de relieve en el tratamiento de la gripe A o en la demanda de reformas penales tras una cobertura sensacionalista y desmesurada de ciertos sucesos. A veces quieren saber por qué diferentes periódicos dan versiones antagónicas de un mismo hecho, y se preguntan cuál de ellos miente. Y son frecuentes, asimismo, las cartas que expresan una sospecha de partidismo en el enfoque de una información.

También algunos políticos se encuentran a disgusto con la actual situación, especialmente aquellos que abogan por profundizar la democracia con mecanismos de participación deliberativa. Consideran que los medios de comunicación no contribuyen a un debate informado, sereno y constructivo. Resulta muy esclarecedor observar cómo se nos ve desde el otro lado. Recomiendo el capítulo dedicado a los medios de comunicación del libro Una agenda imperfecta (Edicions 62), en la que el catedrático de Ciencia Política de la Universidad Autónoma de Barcelona, Josep Maria Vallès, narra su experiencia en la política activa como consejero de Justicia del Gobierno catalán presidido por Pasqual Maragall. No es una imagen reconfortante.

Explica que intentó aplicar una política de "colaborar con los medios sin rendirse", de no entregarse a la "promiscuidad superficial" entre políticos y periodistas, a los que considera atados por relaciones de falsa confraternización que a menudo esconden una profunda desconfianza mutua, pero el resultado fue decepcionante. La "sobriedad expresiva" y el trato igualitario que dispensó a los medios no fueron recompensados. Y tampoco logró cambiar la relación viciada "que genera una dependencia recíproca malsana, sobre todo para la construcción de una opinión pública bien informada".

En su exposición subyace una amarga crítica al mal uso que a veces hace el periodismo del poder que tiene y a la manipulación informativa que pueden llegar a ejercer algunos medios con fines partidistas, entre los que se incluye el desgaste político de un Gobierno. El creciente partidismo de la vida pública ha tenido su correlato en el alineamiento partidista de algunos medios de comunicación, de modo que cada vez resulta más difícil, y vapuleada, la pretensión de un periodismo independiente.

¿Cómo hemos llegado a esta situación en la que nadie parece estar satisfecho? ¿Es posible un cambio de tendencia? La esperada Ley de Transparencia y Acceso de los Ciudadanos a la Información Pública, promesa electoral del PSOE, debería poner fin a la opacidad que sitúa a España entre los países con menos transparencia informativa. Su tramitación parlamentaria, sin embargo, está paralizada.

La ley puede ayudar a cambiar algunas cosas, pero para revertir la situación se requiere además un cambio en los comportamientos. De momento, el Colegio de Periodistas de Cataluña ha elaborado un manual de buenas prácticas para los periodistas de gabinetes de comunicación. Se les recuerda que también ellos están obligados a cumplir el Código Deontológico de la Profesión Periodística, entre cuyas normas figura no dar información falsa o distorsionada. Se considera legítimo que un gabinete de prensa ofrezca la versión de la entidad, que será obviamente una versión de parte, pero ha de ser veraz. Los códigos deontológicos son útiles, porque fomentan las buenas prácticas, pero su recorrido es limitado porque la vulneración de sus normas queda impune. Por eso en algunos foros de debate comienzan a oírse voces que reclaman instrumentos más coercitivos. Desde el periodismo se considera peligrosa cualquier regulación, pues puede afectar a la libertad de información, pero si no somos capaces de autorregularnos, será inevitable que la sociedad quiera obligarnos a hacerlo.
Fuente:
www.elpais.com

¿Y a mí qué?

Defensor del lector
Juan Carlos Núñez Bustillo
GUADALAJARA, México, octubre 24.- Los manuales clásicos de periodismo dicen que la información noticiosa debe responder a las preguntas básicas: ¿qué?, ¿quién?, ¿cómo?, ¿cuándo?, ¿dónde? y ¿por qué? Las maneras de plantear esta necesidad son obviamente distintas según los autores, pero coinciden en lo básico. Veamos dos ejemplos.

Federico Campbell indica en su libro Periodismo Escrito que el reportero debe responder "a las cinco preguntas de tradición aristotélica: quién, qué, dónde, con ayuda de quiénes, por qué, de qué modo y cuándo".

Vicente Leñero y Carlos Marín afirman en su Manual de Periodismo: "Los elementos que integran cualquier hecho noticiosos reflejan: 1. El hecho: qué ha sucedido. 2. El sujeto: quién realiza la acción. 3. El tiempo: cuándo sucedió. 4. El lugar: dónde se llevó a cabo. 5. La finalidad: para qué o por qué se efectuó. 6. La forma: cómo se realizó.

"Las seis preguntas responden a las interrogantes que suele hacerse cualquier persona interesada en la información. La respuesta determina la amplitud de la noticia. No siempre es necesario responder a las seis; ello dependerá de las características de cada hecho noticioso, pero con frecuencia se responde por lo menos a cuatro. Con este mínimo de respuestas el receptor identifica rápidamente la noticia".

Pero responder a esas preguntas no basta para elaborar una buena nota periodística. Hay otra pregunta que los reporteros no deben olvidar. Esta pregunta es: ¿Y a mí, como ciudadano, qué? ¿Y al lector qué?

Esta pregunta, que le oí por primera vez al periodista Luis Miguel González un día que dialogábamos sobre la pertinencia periodística de un tema, obliga al reportero a evaluar mejor si el tratamiento que está dando al asunto es realmente de interés público. Puede que no lo sea y entonces habrá que descartar el tema. Puede ocurrir también que sí lo sea, pero que en la manera de plantearlo no quede claro. En ese caso es tarea del periodista hacer ese vínculo para que los lectores se percaten de que algo aparentemente lejano sí les incumbe.

Ejemplos
En el periódico aparecen cotidianamente ejemplos de textos que responden a la pregunta ¿y a mí qué? y de otros en los que no aparece. Vemos dos. El viernes pudimos leer una noticia clásica y bien elaborada. Se publicó la página 6 bajo el título: "Ya se aprobó la ley contra la obesidad". Dice: "El pleno del Congreso del Estado [quién] aprobó [qué] ayer [cuándo] por unanimidad [cómo] la Ley Estatal para la Prevención y control de los Trastornos Alimenticios, la Obesidad y la Desnutrición, la cual prevé la creación de un instituto que se hará cargo de las políticas públicas en la materia, además de establecer restricciones para la venta de comida en centros escolares [para qué]". Antes, junto al nombre de la reportera que escribió la nota (Sonia Serrano) aparece la palabra: "Guadalajara" [dónde]. En el resto del texto se desglosa y se detalla la información.

Como lector común, cuando vi el título: "Ya se aprobó la ley contra la obesidad" comencé a leer el texto. No me ocurrió lo mismo con una noticia firmada por la misma reportera que se publicó el mismo día en la página 14 y que se titula: "Plantean la posibilidad de desaparecer el OCOIT" (y eso que soy de los pocos lectores que saben qué es eso). Comencé a leerla sin mayor interés y el poco que tenía disminuyó aún más después de leer el primer párrafo que dice: "Es necesario revisar si tiene sentido que siga funcionando el Organismo Coordinador de la Operación Integral del Sistema de Transporte Público (OCOIT), ya que es claro que los recursos públicos que se le asignan no sirven para mejorar la movilidad en la entidad, señaló el presidente de la Comisión de Vialidad y Transporte del Congreso del Estado, Enrique Aubry".

Supongo que a la mayoría de los lectores les habrá ocurrido lo mismo que a mí. Los editores también lo supusieron y por eso publicaron la noticia de la ley como el tema del día y le otorgaron una doble página, mientras que la segunda apareció mucho más pequeña en la penúltima página de la sección.

¿Por qué me interesó la primera más que la segunda? La respuesta es muy simple y hasta obvia. Porque la noticia sobre la ley de la obesidad me incumbe muchísimo más que la del OCOIT.

Como panzón que soy me pregunté de qué manera la ley podría repercutir, para bien o para mal, en mi vida. Aunque al terminar de leer me di cuenta que las repercusiones no serán, al menos en el corto plazo, mayores, es un asunto que me atañe a mí y a muchos más. No solamente a las personas pasadas de peso, sino también a las que no les sobran kilos y a las flacas, porque la aprobación de la ley tiene que ver con educadores, comerciantes, médicos, nutriólogos, burócratas, sindicalistas, empresarios, etcétera.

En cambio, el texto sobre el OCOIT no es más que una declaración de un diputado que no tiene mayores repercusiones. Dice que es "necesario revisar si tiene sentido" que el organismo siga funcionando. Es decir, que no hay nada. Ni siquiera una iniciativa concreta para que se desaparezca la institución. Entre la declaración del diputado y la posibilidad de que ocurra algo de interés público hay una distancia enorme y lo más probable es que no pase absolutamente nada. Para los protagonistas de la historia: el diputado, los directivos del OCOIT y pocos más, la declaración puede tener cierta repercusión, pero no para el común de los lectores que son para quienes está dirigido el periódico.

El tema sería noticia de interés general si el organismo efectivamente hubiera desaparecido o al menos que se hubiera hecho una propuesta concreta encaminada a ello, pero la declaración del diputado así como está es intrascendente.

Eso no significa que el tema del OCOIT no sea importante. Por supuesto que es de interés general que el periódico dé a conocer las probables irregularidades en el manejo de los recursos de cualquier institución pública y que evalúe los resultados de ese organismo. Entonces sí podrá haber una interesante respuesta para la pregunta: "¿Y a mí, qué?".
Fuente: www.milenio.com

Fundador de WikiLeaks planta enfadado a una periodista de la CNN en plena entrevista

MADRID, España, octubre 24.- Julian Assange, el fundador de WikiLeaks, dio una entrevista a la CNN después de la revelación de los 391,000 documentos secretos sobre la Guerra de Irak. Sin embargo, el defensor de la libertad de expresión dejó plantada a la periodista de la CNN Atika Shubert cuando ésta comenzó a plantearle preguntas incómodas.

La marcha de Assange tuvo lugar cuando la periodista le preguntó por los cargos de violación que existen en Suecia contra él. El polémico fundador de Wikileaks insistió en que todo forma parte de una campaña de "trucos sucios" para arruinarle.

Shubert le presionó sobre el asunto y éste sentenció: "Esto es muy desagradable, Atika. Me voy a marchar si sigues contaminándonos y atacándome". Finalmente, el "azote del Pentágono" se levantó y marchó.

Previamente a la pregunta sobre su "situación ilegal en Estocolmo" que fue el detonante que provocó su marcha, Assange ya había tenido en la entrevista un duro choque con la entrevistadora. La periodista de la CNN le había realizado una serie de preguntas internas sobre la organización WikiLeaks, que el australiano había rechazado y le había espetado: "¿De dónde son tus fuentes?".

Atika Shubert le contestó que de antiguos empleados de WikiLeaks que habían sido despedidos, y él precisó que sólo se había echado a uno, insistiendo: "Éste no es un tema que interese. Son cosas que ocurren en una organización y sabía que nos iban a llover las críticas". Shubert insistió y pasó a los cargos de violación, lo que Assange no quiso soportar más, calificó la entrevista de "nada seria", se levantó y culminó: "Pues vale. Lo siento".

En la entrevista sale a relucir el nombre de Daniel Domscheit-Berg, ex portavoz de Wikileaks, que acusa a Assange de usar métodos dictatoriales y de haber desvirtuado las señas de identidad de la web, en la que estaba involucrada mucha gente anónima, de manera que ésta pudiera ser intercambiable.
Fuente:
www.elmundo.es

Government Leaks: el proyecto chino que emulará a WikiLeaks

PEKÍN, China, octubre 24 (EFE).- Un grupo de disidentes chinos planea lanzar el próximo año una versión propia de la web WikiLeaks, "con el fin de revelar secretos del Gobierno central y promover la democracia", ha informado el diario independiente South China Morning Post.

El plan, que sus promotores han filtrado a través de redes sociales como Twitter, es abrir el 1 de junio del próximo año una web que se llamará Government Leaks, en la que invitan a los internautas a filtrar información confidencial del Gobierno chino para que se incluya en su base de datos.

El fundador de la web, apodado "Garganta profunda", ha destacado al diario hongkonés que la finalidad de esta web es "luchar contra la dictadura y dar a la gente derecho a informarse", con lo que se pretende "avanzar en la reforma política".

Según "Garganta profunda", la web ha contratado a profesionales que incluyen periodistas, abogados y piratas informáticos para ayudar ante posibles ataques informáticos.

El éxito de WikiLeaks, cuyas revelaciones sobre documentos secretos de EU en las guerras de Afganistán e Irak han dado la vuelta al mundo, ha inspirado a los disidentes chinos, según subraya el fundador de Government Leaks.

Curiosamente, entre los fundadores de WikiLeaks figuran varios disidentes chinos, aunque esta web que tanto ha hostigado este año a Washington no ha publicado por ahora ninguna información sensible sobre el régimen comunista chino.

Expertos en internet chino han expresado sus dudas en la viabilidad de Government Leaks, basándose en que mientras WikiLeaks tiene su base en Europa, donde se le garantiza la libertad de expresión, la versión china se encontrará con muchas más limitaciones y también con férreos métodos de control de sus herramientas de comunicación, como correos electrónicos o redes sociales.
Fuente:
www.elmundo.es

Tribune presenta su plan de reorganización

 La firma tribune Co controla los diarios
Chicago Tribune y Los Angeles Times.


NUEVA YORK, Estados Unidos, octubre 24 (REUTERS).- La firma de medios Tribune Co ha presentado un plan de reorganización en el que entregará el control de la editorial de diarios en bancarrota a sus principales acreedores incluyendo a JPMorgan Chase & Co, Angelo Gordon & Co y Oaktree Capital Management.

El plan señala un paso importante hacia la recuperación de la firma -que posee los diarios Los Angeles Times y Chicago Tribune- de lo que Sam Zell, el promotor inmobiliario y arquitecto de la compra apalancada del 2007, llamó "el acuerdo del infierno".

Zell llevó la editorial de 163 años y propietaria de 23 emisoras privadas de televisión a un acuerdo en 2007 que cargó a la compañía con más de 8,000 millones de dólares en deuda. Presentó la bancarrota un año después, cediendo bajo el peso de una fuerte carga de deuda y un severo declive de ingresos por publicidad.

El plan de reorganización fue hecho público el viernes por la noche, pocas horas después de que renunciara el presidente ejecutivo, Randy Michaels, bajo críticos reportes de que toleró un lugar de trabajo sexista y hostil.

Michaels fue reemplazado por una comisión de Don Liebentritt, el funcionario de reestructuración de la compañía; Nils Larsen, su presidente de inversiones; Tony Hunter, presidente ejecutivo de Chicago Tribune Co, y Eddy Hartenstein, presidente ejecutivo de Los Angeles Times Communications LLC.

Larsen fue también nombrado presidente de Tribune Broadcasting. Sin embargo, es improbable que la nueva administración sirva para más de unos pocos meses.

Los acreedores han estado en contacto con ejecutivos de los medios incluyendo a Peter Chernin, ex jefe operativo de News Corp, para elegir presidente, han explicado fuentes familiarizadas con las discusiones.

El nuevo acuerdo combina dos ofertas de pacto, anunciadas previamente, de principales acreedores y un grupo. Algunos tenedores de bonos recibirían 420 millones de dólares, o 32,73 centavos por dólar, e interés en un litigio. El plan requiere la aprobación de la corte y los acreedores.

La compañía espera que el flujo operativo de efectivo de todo el 2010 sea de 617 millones de dólares, o 123 millones de dólares más que en 2009.
Fuente:
www.elmundo.es
Imágenes tomadas de kiosko.net