martes, 2 de noviembre de 2010

Con Ryszard en el psicólogo

El periodista Ryszard Kapuscinski 
en una imagen de 1994.


MADRID, España, noviembre 02.- ¿Qué ha trascendido de Kapuscinski non-fiction, la biografía poco complaciente del periodista polaco escrita por su amigo Arthur Domoslawski (y recién editada en España por Galaxia Gutenberg / Círculo de Lectores)? Básicamente, dos cosas: el adulterio continuado y las frecuentes chapuzas periodísticas del ganador del Premio Príncipe de Asturias de la Comunicación de 2003.

Pero en las 600 páginas del libro se encuentran muchas más cosas. Se encuentra, sobre todo, un retrato psicológico lleno de complejidad sobre Kapuscinski, que, en contra de la imagen encantadora que nos legó, estuvo llena de recovecos, zonas oscuras y frustraciones.

Salvar su alma
Una de las primeras claves para entender a Kapuscinski tiene que ver con su fe ideológica. Después de la Guerra Mundial, el periodista creía sinceramente en el Estado Comunista que se estaba implantando en su país. Sin embargo, hacia 1956, Kapuscinski ya estaba desencantado con el rumbo de la Polonia Popular, que se había deslizado hacia el totalitarismo. Para evadirse de esa frustración, Kapuściński encontró un consuelo: viajar por el tercer mundo. Viajar y vivir otras revoluciones más nuevas y más puras y sustituirlas unas por otras: Etiopía, Angola, Bolivia, Chile, Irán... Según Domoslawski, uno de los propósitos de Kapuscinski en estos viajes fue el de salvar su alma revolucionaria.

Lleno de complejos
Kapuscinski era un chico de provincias y pobre que accedió a la literatura relativamente tarde. Nunca pudo superar la incomodidad que le producía ese origen humilde ante sus compañeros varsovianos, más sofisticados y cultos. Sus conferencias y actos públicos eran sosos y sus reflexiones en abstracto, cuando se ponía intelectual, sonaban bastante naíf... Kapuscinski se sentía un impostor en el mundo de la cultura y, por eso, vivió acomplejado. Además, el periodista había deseado, por encima de todas las cosas, dedicarse a la literatura. No le llegó el talento, o la perseverancia, o la suerte... Por eso, según Domoslawski, Kapuscinski incurrió en tantas imprecisiones, exageraciones o, directamente, fabulaciones en sus crónicas. El periodismo, en el fondo, le sobraba.

Atormentado
Kapuscinski vivió los últimos años de su vida lleno de temor. Polonia vivía una especie de caza de brujas contra los antiguos comunistas y el periodista, que había evolucionado desde la ortodoxia hacia posiciones muy críticas con el Partido, sabía que le harían pagar su éxito durante los años de la Polonia Popular (de hecho, su 'ajusticiamiento' en los medios se produjo cuando ya había muerto). Por eso, los frecuentes ataques de ira en sus últimas entrevistas. Y por eso, su costumbre de negar el saludo en público a los viejos correligionarios caídos en desgracia.

Pragmático
En la biografía, Kecenas de testigos coinciden en su recuerdo íntimo de Kapuscinski. Era amable y complaciente, escuchaba con atención, hacía sentir bien a su interlocutor... pero no se mojaba nunca. Lo mismo ocurrió con su carrera político/profesional, un ejercicio de equilibrio formidable. Cuando irrumpió el sindicato Solidaridad en el norte de Polonia, por ejemplo, Kapuscinski se implicó estrechamente con sus líderes, sin dejar de ser un niño mimado del Gobierno de Varsovia.
Fuente:
www.elmundo.es
Imagen tomada de www.elmundo.es