jueves, 30 de septiembre de 2010

Contra los narcos

Frontera Invisible
Sergio Muñoz Bata.
SEPTIEMBRE 30, En un evidente acto de desesperación, la semana pasada un periódico mexicano, El Diario, de Ciudad Juárez, publicó un controvertido editorial de fondo dirigido a los grupos criminales que asuelan esa ciudad, en el que les reconocía como "las autoridades de facto", les solicitaba una tregua y les preguntaba, "¿Qué quieren de nosotros?"

De entonces a acá, en distintos foros, Pedro Torres, el subdirector editorial de El Diario, ha insinuado que el verdadero destinatario del mensaje fue el Presidente Felipe Calderón y que su propósito era desafiarle para que actúe con energía y cesen las agresiones contra los periodistas. En un segundo editorial, publicado el viernes, va un poco más al grano y le pregunta, presumiblemente al Presidente Calderón, ¿A Quién Pedir Justicia?, declara "imaginario" el estado de derecho en Juárez y denuncia la imposibilidad de hacer periodismo desde la "total indefensión."

El reclamo de El Diario no es frívolo. Dos de sus periodistas, el fotógrafo Luis Carlos Santiago Orozco y el reportero Armando Rodríguez Carreón, se suman a la lista de más de 30 periodistas mexicanos que han sido asesinados o han desaparecido desde que Calderón asumió la presidencia, 10 de ellos en lo que va del año. México es hoy, probablemente el país más peligroso del mundo para los periodistas, sólo a la par de países como Iraq y Somalia.

También es válida la denuncia-protesta de El Diario contra la impunidad. Por negligencia, incompetencia, colusión o corrupción, las autoridades encargadas de investigar las denuncias de asesinatos, torturas, actos intimidatorios y amenazas contra periodistas, y de someter a la justicia a los presuntos sospechosos de estos actos criminales ni investigan ni arrestan a nadie.

Lo discutible es la forma en la que El Diario ha decidido enfrentar su complicada situación. En primer lugar porque la estrategia de El Diario, que me recuerda el viejo refrán que dice "Se lo digo al sacristán para que me entienda el cura," además de barroca es brutalmente arriesgada. ¿Qué sucedería si los narcos le contestan encomendándole una lista de tareas? ¿Va a sujetarse a los deseos de las "autoridades de facto" o se va a negar? ¿Si se sujeta seguirá siendo un periódico? ¿Si se niega, no terminará mandando al matadero a sus reporteros? ¿Fue el editorial un acto de valentía como sostiene un editorial reciente del New York Times o fue, como me dice Enrique Santos, un periodista colombiano que por décadas vivió acosado por narcos, guerrilleros de izquierda y "paramilitares" de derecha, "una decisión equivocada y entreguista que empodera aún más a los narcos."

Reconozco que es difícil, como me decía otro compañero periodista "entrar a juzgar el miedo de los colegas porque cada quien es dueño de su miedo." Pero no debemos olvidar, como me recuerda el profesor Sergio Ocampo, que fue precisamente en Colombia donde la reacción de los medios de comunicación contra el narcotráfico fue valiente, frontal y fuerte, después del asesinato de don Guillermo Cano, director de El Espectador; el secuestro de Francisco Santos, columnista y dueño parcial de El Tiempo; los bombazos contra La Vanguardia Liberal de Bucaramanga y las balaceras contra El Colombiano de Medellín.

"Después de la muerte de Cano", me dice la columnista de la revista Semana, María Jimena Duzán, "nos juntábamos en mi casa Enrique Santos Calderón de El Tiempo, Andrés Pastrana del noticiero TV Hoy, Mauricio Gómez de Noticiero de las Siete; Fernando Cano, Fabio Castillo y yo por El Espectador, y durante seis meses publicamos simultáneamente y sin nombrar al autor, las mismas investigaciones. "Sacamos unos ocho informes sobre los negocios de las mafias en los periódicos, la radio y la televisión. La idea era no dejarnos acallar por el asesinato de Cano. Si nos iban a matar, tenían que matarnos a todos".

Hace unos días el Presidente Calderón dijo que renovará sus esfuerzos para que el Congreso apruebe la legislación que haría delitos federales los ataques contra periodistas que lleva años archivada. También dijo que las autoridades federales pronto implementarán un programa para proporcionar protección a periodistas en riesgo parecido a uno que se ha utilizado con éxito en Colombia. Habrá que ver si cumple su palabra; mientras tanto, los medios mexicanos no pueden rendirse ni quedarse cruzados de brazos.

México no es Colombia, como equivocadamente sugirió la Secretaria de Estado Hillary Clinton. Cada país tiene su propia y muy diferente historia, pero hoy los medios de comunicación mexicanos están metidos en una encrucijada semejante a la que vivieron los medios en Colombia en la década de los 80, y de la cual podrían, sin duda, extraer lecciones.

Le corresponde a los medios con mayores recursos financieros y con la mejor experiencia profesional encabezar la lucha y forjar un frente común contra los enemigos de México, que son precisamente los que ahora están matando periodistas. Sólo unidos, los medios tendrán la fuerza necesaria para exigirle a los políticos que cumplan con su deber de proteger a la ciudadanía y a quienes la mantienen informada.

Fuente: www.reforma.com