viernes, 3 de septiembre de 2010

Germán Dehesa

Félix Fernández

Ciudad de México, México, septiembre 03.- Quizá no es ninguna coincidencia que en este año, terrible para nuestro país, Carlos Monsiváis y German Dehesa decidieran partir. Quizá los únicos 2 personajes contemporáneos que por decreto contaban con la autorización de todas las clases e ideologías para escribir de cualquier tema cotidiano... los únicos 2 que pudieron vestirse tan mal como quisieron en toda ocasión sin importar el grado protocolario.

Se nos fue Monsi durante la Copa del Mundo con toda discreción, ahora se nos fue Dehesa con toda sencillez.

Durante la Temporada 1995-96, Don Germán y yo apostamos una cena cargada de vino para el partido UNAM-Atlante. Esa extraña tarde de viernes le ganamos a los Pumas de manera milagrosa pero muy sabrosa. Los compromisos de este gran tipo le impedían pagar la apuesta, más no negarla. No mucho tiempo antes, cuando vendíamos el periódico Reforma en las calles nosotros mismos, le escribí una carta que contenía lo siguiente: "Considero que estás forzando demasiado el cuerpo; no sé, a lo mejor estás reponiendo tiempo perdido, pero no es difícil enterarse que estás en 2, 3 ó 4 lugares al mismo tiempo (¿o tienes varios dobles?). No te vaya a fallar la máquina antes de pagar tus deudas y te guste o no te guste, te cuadre o no te cuadre, esta vez el Atlante es tu padre...".

Germán no pagó la apuesta una vez... la pagó 2 veces en la agradabilísima Planta de Luz de Plaza Loreto en la Ciudad de México. La primera, una noche antes de mi boda, y la segunda, un par de años más tarde, con invitación íntegra y en primera fila, para escuchar a Luis Eduardo Aute, también con Pili mi esposa.

En la década pasada, la Gaceta del Ángel era pegada por mí todos los días junto a la sección deportiva del Reforma, en el vestuario del Atlante. Fue muy satisfactorio ver cómo cada vez había más lectores de la columna de Germán en el equipo y, cada tanto, se escuchaban comentarios acerca de su contenido durante los entrenamientos.

Germán nos enseñó el arte de burlarnos de nosotros mismos, la capacidad de convertir lo banal en lo más atractivo, el talento para escribir sobre sí mismo sin caer en la presunción y el poder que puede llegar a tener la verdad sin titubeos y la honestidad intachable, al señalar a los bichos que inundan nuestra sociedad y la política mexicana sin temor a represalias. No, no creo que sea coincidencia que un tipo tan auténtico como inteligente; tan derecho como simpático; tan talentoso como culto y tan versátil como incansable haya decidido irse casi de la mano con Carlos Monsiváis en un año tan penoso para México... pero eso sí: frente a su familia, seguramente con sus pants viejos de los Pumas y después de finalizada la Copa del Mundo.



Fuente: www.reforma.com