lunes, 25 de octubre de 2010

Una lección de periodismo

Francisco Robles
ESPAÑA, octubre 25.- Sostenía Saramago que un email era tan frío que jamás se derramaría una lágrima al recibirlo, pues su realidad virtual y vaporosa no podría humedecerse jamás como el papel de una carta. El pasado lunes fueron dos correos electrónicos los causantes de esa sensación que se define de una forma tan hiperbólica como certera: el cuerpo cortado. La muerte de Antonio Muñoz Hidalgo, redactor jefe de ABC de Córdoba, se produjo mientras uno se enteraba en un tiempo que casi coincidía con el de la fatídica realidad. Una muerte que lo buscó donde ella sabía que lo encontraría: al pie de la redacción. Sin exageración alguna podemos decir que murió con las teclas puestas.

Antonio Muñoz es un periodista de raza. En presente de indicativo, porque estos tipos nunca se van del todo. A la vista está lo que sucedió aquella tarde. Los suyos no dejaron que el periódico se quedara sin salir. A la mañana siguiente los ejemplares de ABC estaban en los quioscos de Córdoba, más cercana y menos sola en esos momentos de dolor para los que andamos enamorados de esa ciudad. Ni algo tan terrible como la muerte del redactor jefe en la misma redacción pudo con el resto del equipo, esos periodistas enrazados que nos han dado una soberbia lección de periodismo durante estos días.

Porque este oficio, tan grande que a algunos nos causa rubor identificarnos como tales cuando nos preguntan la profesión que ejercemos, se lleva en la sangre o, como diría el poeta, todo es para nada. En estos tiempos de presiones inhumanas sobre el periodista para que esa engañifa de la verdad oficial se sobreponga a lo que verdaderamente sucede, hacen falta más que nunca mujeres y hombres que estén hechos de una pieza. Insobornables. Alejados de la pompa y la vanidad. Vacunados contra los cantos de sirena que llegan desde los sótanos donde se suceden las escenas que Orwell describió en 1984. Gente que ni siquiera se viene abajo cuando las circunstancias superan al yo, cuando todo se abre como un abismo de preguntas sin respuesta. ¿Para qué tanto esfuerzo, tanta dedicación, tanta resistencia? ¿Para qué…?

La respuesta es muy simple: para la libertad. Como escribió Miguel Hernández, para la libertad hay quien sangra, lucha y pervive en la memoria de los suyos. Eso no lo entenderán jamás los que se disfrazan a cada momento con las banderas de la conveniencia. Eso se queda para gente elegida. Como Antonio Muñoz Hidalgo, ese redactor jefe que ha seguido dando órdenes y guiando a los suyos desde la otra orilla del Guadalquivir definitivo. Esta semana nos ha dado una lección de periodismo que han dictado las mujeres y los hombres que estaban con él, que siguen estando con él, y que han desmentido la afirmación de Saramago. Claro que un email puede cortar el cuerpo en dos y dejar el alma helada. Quien lo sintió lo sabe.
Fuente:
www.abc.es