lunes, 1 de noviembre de 2010

'The Economist' cierra (todavía más) su página web

MADRID, España, noviembre 01.- Hoy El Mundo publica una entrevista al director de The Economist, John Micklethewait, probablmente unos los mejores conocedores de la derecha estadounidense, como puede comprobarse leyendo su libro The Right Nation.

Aunque gran parte de la entrevista (incluyendo los fragmentos incluidos en el diario) se centró en las elecciones de mañana, hubo también otros temas de conversación, entre ellos el futuro de los medios de comunicación impresos. Micklethwait explicó que The Economist va a cerrar gran parte de su web, aunque no del todo.

Éstos son los momentos más relevantes del diálogo.

¿Se ha acabado la era del 'todo gratis' en los medios de comunicación en Internet?
Bueno, nosotros vamos a empezar a cobrar por absolutamente todos los contenidos muy pronto, tal vez esta misma semana.

Pero la mayor parte de su web ya está cerrada.
Sí, pero vamos a usar un sistema 'metered', es decir, que se cierre una vez que el lector haya accedido a un número determinado de artículos.

¿Cómo Financial Times?
Sí. Lo hacemos por una razón: para permitir un acceso limitado a nuestro activo, que actualmente sólo está abierto a los suscriptores. Pero nuestro objetivo primordial es, por ahora, proteger a nuestro número de esta semana. [Además, ahora hay aplicaciones bastante sofisticadas que permiten leer a los medios de comunicación en iPad y otros medios].

Así que la era de los contenidos gratis se ha acabado para The Economist. Pero, ¿y para el conjunto de los medios de comunicación?
No. Creo que va a haber muchas cabeceras que sigan dependiendo de la publicidad en sus ediciones 'online'. Para cobrar tienes que tener lectores que estén acostumbrados a pagar por contenidos. Y nosotros todavía seguimos contando con que una parte importante de ingresos en nuestra web va a seguir viniendo de la publicidad. Si la gente puede tener acceso a un determinado número de artículos gratis a la semana, por ejemplo, eso supone una masa de lectores que va a atraer a los anunciantes.

Parece que los medios online de pago son fundamentalmente financieros: The Economist, The Wall Street Journal, Financial Times. Son medios cuyos lectores están dispuestos a pagar por la información.
Sí, eso parece. Pero yo también diría que todos hemos puesto un montón de dinero en hacer buen periodismo, así que también tenemos más posibilidades de que la gente pague por nuestros contenidos que, digamos, por los de un tabloide.

En un momento en el que la mayor parte de los medios de comunicación están cerrando corresponsalías, The Economist está manteniendo una fuerte presencia internacional. Y le está yendo bien.
Bueno, digamos que por ahora nos está yendo bien. Creo que en general no hay alternativa a tener gente sobre el terreno. Ésa es una gran diferencia. Evita tener que depender de otra gente, de otras organizaciones. Eso es menos efectivo. Y también es bueno tener a periodistas que llevan mucho tiempo en un sitio, que lo conocen bien.

¿Se evita así que la información se convierta en una 'commodity', algo estandarizado, que es lo que nos da Google News?
Es una idea que hemos discutido mucho con nuestra publicación hermana, The Economist Intelligent Life: el mercado se está partiendo. Por un lado, están los tabloides, los medios de comunicación impresa que puedes comprar en el supermercado. Por otro, Ahora mismo, en los medios de comunicación se ve una curiosa tendencia. Por un lado están los tabloides, las revistas con amplios reportajes, buenas ilustraciones y fotografías y, en general, una edición cuidada. Ese segundo grupo está creciendo menos, pero está creciendo. Y eso refleja un cambio cultural, visible por ejemplo en la gente que va a festivales de cine, ferias del libro, etcétera. Gente que va a España y que va a Barcelona o a Madrid pero aprovecha para ir al Guggenheim. Son personas totalmente normales, pero que también tienen intereses culturales. La diferencia entre una 'persona seria' y una 'persona normal' se está difuminando. Y esa gente está interesada en pagar por productos informativos diferenciados.

Así pues, el problema está en el segmento medio.
El problema está en el segmento medio, efectivamente.

O sea, en los periódicos.
Los periódicos han sido perjudicados por Internet de una manera que las revistas nunca lo han sido. Los jóvenes no leen periódicos, al menos como sus padres lo hacían, pero sí leen revistas. Pero la situación puede cambiar. El iPad y las tabletas, por ejemplo, son una amenaza seria para las revistas, porque cambian la forma en que leemos las revistas. La gente asimila leer revistas al papel. No han migrado a Internet. Por el contrario, los periódicos han logrado transferir a una parte de sus lectores a Internet. Las tabletas suponen un cambio fundamental para las revistas.

¿Cuál habría sido la portada de The Economist si hubiera sido dedicada a España?
Para mí la clave en España es qué está pasando. Hay un grupo de gente que dice "hemos dejado atrás nuestros problemas", mientras que otro sostiene que no es así. Es un debate interesante, pero no sé lo suficiente para hablar de ello.

Tampoco tienen una política exterior económica, a pesar de que estamos en un momento clave para la economía mundial. Mohamed El-Erian, consejero delegado de Pimco, la mayor gestora de bonos del mundo, ha declarado que estamos "a punto de perder la paz después de haber ganado la guerra". O sea, que hemos evitado una depresión pero ahora corremos el riesgo de caer en un estancamiento mundial.
La gente está muy, muy preocupada por lo que está pasando. Pero al menos es bueno que exista el G-20, porque establece un debate mundial. No podemos esperar, desde luego, que los chinos se pongan en la cumbre Seúl [el 11 y 12 de noviembre] frente a todo el mundo y digan: "Nos comprometemos a apreciar el yuan un equis por ciento en un determinado periodo de tiempo". Habrá acuerdos implícitos. Habrá avances en la cuestión de los desequilibrios de las balanzas por cuenta corriente, y eso a su vez dará incentivos para que los líderes del G-20 sigan negociando.

Hay una cosa clara: cada uno echa la culpa a los otros por sus propios problemas. China y EU tienen sus propios desequilibrios, y culpan al otro de ellos. Y eso es endémico. EU acusa a China de tener un tipo de cambio artificialmente bajo, y China acusa a EU de tener una tasa de ahorro muy pequeña. En The Economist deploramos este estado de cosas. Pero somos lo suficientemente realistas como para saber que van a continuar.
Fuente:
www.elmundo.es