lunes, 11 de octubre de 2010

Cultura y periodismo

Fragmento del discurso pronunciado en la Universidad de Oviedo el 8 de octubre, al recibir el premio Internacional de trayectoria profesional, otorgado por la Asociación Interamericana de la Comunicación y la Universidad de Oviedo, Principado de Asturias, España

Jacobo Zabludovsky
CIUDAD DE MÉXICO, México, octubre 11.- Es un gran honor para mí encontrarme en la casa de la Universidad de Oviedo, cuatro veces centenaria, comprometida desde su vocación original a la defensa de los valores de la cultura, de la investigación y de la inteligencia. Egresado de otra institución similar, igualmente antigua y respetada, la Universidad Nacional Autónoma de México, no me son ajenos los recintos consagrados a las disciplinas humanísticas o técnicas. A lo largo de mi vida profesional he procurado acercar el ejercicio periodístico a los programas de la educación superior, en búsqueda de apoyo recíproco constante.

Esa razón me llevó a organizar un acto tan fuera de lo común que tal vez valga la pena contarlo. En 1980 cumplía 10 años un programa de noticias a mi cargo llamado 24 horas. Decidimos en Televisa celebrar la fiesta no con un pastel y 10 velitas, sino con un encuentro al más alto nivel entre catedráticos, filólogos, escritores y periodistas, convocados por un solo tema: velar por el futuro de nuestra lengua.

Resumo lo que aquello fue. La Universidad de Salamanca recogió la idea, se unió a ella y nos abrió las puertas gigantescas de su prestigio y las estrechas de aulas legendarias y estremecedoras como las de la Columna, Fray Luis de León, Francisco de Vitoria y Miguel de Unamuno. El doctor Pedro Amat, rector magnífico de la Universidad de Salamanca, dio la bienvenida a personalidades de la talla de Dámaso Alonso, director de la Real Academia Española; Francisco Monterde, director de la Academia Mexicana de la Lengua, y participantes diversos, entre ellos, mencionados sin orden alguno, Juan Rulfo, Juan José Arreola, Fernando Lázaro Carreter, Miguel Alemán, Álvaro Mutis, Miguel Delibes, Andrés Henestrosa, Torcuato Luca de Tena, Francisco Umbral, Luis María Ansón y Silvio Zavala.

Párrafo aparte merece la sesión en la que fui ponente, no por mi trabajo sin méritos sobre el idioma español como vínculo de unión, sino porque entre los participantes estuvieron Camilo José Cela y un maestro con quien amisté desde entonces, don Víctor García de la Concha, actual director de la Real Academia Española, moderador del debate. Lo insólito, permítanme que insista, es el motivo de aquella reunión: el cumpleaños de un programa de la televisión mexicana.

Hoy acudo emocionado a esta Universidad de Oviedo donde se me dispensa un gran honor por otra causa rara: el obstinado desempeño de un oficio. La porfía en el ejercicio de lo único que sé hacer, periodismo, me ha traído ante ustedes el día de hoy, cuando México celebra el bicentenario del grito de Independencia y el centenario de la Revolución, en época de violencia y adversidad en que, sin embargo, mantenemos nuestras instituciones y la cohesión social, mientras partidos formados en la democracia buscan los caminos de la paz y el entendimiento. En medio de la turbulencia se advierte la necesidad de la cultura como esperanza, sobre todo para la juventud; del estudio para la serenidad del juicio y de la educación insustituible en la construcción de un mejor futuro de la humanidad.

Hace unos días la Universidad Nacional Autónoma de México cumplió 100 años de su refundación y con ese motivo nuestro rector, el doctor José Narro Robles, definió la tarea: "El verdadero progreso, dijo no se puede generar entre la desigualdad y la exclusión, en medio de la ignorancia y las muertes evitables… muchos de nuestros problemas no tienen solución si seguimos por el mismo camino, si no se efectúan reformas de fondo, si no se traza un nuevo proyecto nacional", y pidió al Congreso establecer un acuerdo a favor del rescate nacional que México demanda. Impulsar este proyecto vital es uno de los compromisos universitarios.

En el esfuerzo general cumple obligación predominante el periodista en su papel de centinela, pero también, según mi convicción profunda, en el deber de poner su micrófono, su periódico, la pantalla o el ordenador al servicio de la cultura, como una prolongación del aula abierta a la crítica, a la disidencia, a la discusión sin ataduras, en calidad de disciplina extramuros, en apoyo de misiones como la de esta Universidad de Oviedo que, al premiarnos hoy, nos compromete a cumplir cada vez más escrupulosamente nuestra labor, navegando juntos hacia un destino común.
Fuente:
www.eluniversal.com.mx