martes, 16 de noviembre de 2010

¿El mutismo como futuro?

Sin titubeos
Diana Mancilla
TOLUCA, México, noviembre 16.- Si la salud de una nación puede medirse por la solidez de su democracia y, consecuentemente, por el disfrute de libertades mínimas como es la de poder informar y expresarse, hace tiempo que la nuestra presenta los rasgos de una enfermedad que amenaza con extenderse, como gangrena, y hacer del silencio el futuro forzado de una actividad cada vez más riesgosa, como es la del periodismo.

La guerra contra el narcotráfico y el crimen organizado, emprendida por el gobierno federal, ha recrudecido las embestidas contra un sector casi en estado de indefensión, a pesar del discurso y la creación de departamentos específicos para atenderlo, como fue la Fiscalía Especializada para la Atención de Delitos cometidos contra Periodistas (FEADP), dependiente de la PGR.

Información sobre ataques a instalaciones de diarios y emisoras de radio y televisión, secuestro y asesinato de periodistas, todo se ha dado en los puntos neurálgicos de la guerra, casi siempre buscando intimidar a los editores y reporteros. Los medios y sus representantes son, con mayor frecuencia, material "noticioso".

En todos los casos los criminales han quedado impunes; los expedientes son archivados luego de argumentos tan elásticos como el de "es un asunto del narco" o, bien, no hay pruebas de que detrás haya estado la delincuencia organizada.

De acuerdo con cifras de la Comisión Nacional de Derechos Humanos, en los últimos diez años han muerto en México más de 60 reporteros, una de las mayores cifras a nivel mundial.

Frente a la ausencia de garantías por parte del gobierno, en algunos casos de plano se ha optado por casi capitular: "¿Qué quieren?", preguntó un diario norteño, luego de que el crimen organizado asesinó a uno de sus reporteros.

Otros informadores, también del norte, han decidido que no está el país para martirologios y, en defensa de su vida, lo han abandonado, buscando las garantías mínimas que no se le ofrecen aquí. "Primero el destierro, antes que el entierro", dirán con coraje y resignación.

No creo exagerar, pero da la impresión de que ahora es más seguro ejercer el periodismo en El Congo, en Irak o en Colombia. Según investigadores, desde hace por lo menos tres años superamos del segundo lugar mundial a los africanos en cuanto a inseguridad se refiere, especialmente en perjuicio del periodismo, y eso no es para presumirlo con nadie.

Ahora bien, ya bastante se tiene con lidiar con gobiernos de todos los ámbitos y de todos los colores, generalmente acríticos o demasiado sensibles ante el señalamiento de políticas erróneas, y ni qué decir de corruptelas, como para que ahora los cárteles pretendan fungir de censores editoriales, castigando con la muerte o "recompensando" a quienes se someten a sus intereses.

"Esto le va a pasar a todos los que no entiendan", fue el mensaje que dejaron los criminales tras asesinar al periodista Valentín Espinosa, de Zócalo, de Saltillo, en Coahuila, a principios de este año, evento que, por temor, ni siquiera tuvo una digna cobertura, como ha pasado con otros crímenes de informadores en toda la República.

Las recientes agresiones al diario El Sur, en Guerrero este 11 de noviembre, en las que por fortuna no hubo muertos ni lesionados, constituyen un claro mensaje intimidatorio.

El origen no está claro ya que en el fondo estarían rivalidades políticas más que en cuestiones de narcos, según se infiere de los dichos de directivos de ese medio impreso acapulqueño, pero es algo que la autoridad deberá aclarar para evitar que se enrarezca más el panorama debido a la campaña para renovar el Poder Ejecutivo en la entidad.

Ante todo esto, ¿qué hacer?, ¿se dejan de informar de balaceras, algo que en los hechos ya ha sucedido, como en Ciudad Juárez? ¿No se da cobertura a nada, ahora que los criminales han encontrado las vías para hacerlo, como mantas y hasta videos en Internet, difundiendo sus mensajes y ejecuciones en vivo?

¿Habrá que fingir que no pasa nada?, ¿se tendrá que aparentar que el problema no está causando problemas sociales, políticos, económicos, y que todos tienden a profundizarse antes que a remediarse?

Al menos eso es lo que está sugiriendo el crimen organizado con los asesinatos y ataques a instalaciones de medios informativos, y eso es lo que la inacción gubernamental, la falta de investigación y la impunidad, está provocando también.

No se trata de cuestiones éticas sobre qué informar o no, de si está bien o no, pero tanto el crimen como la autoridad parecen compartir la misma visión: que no se informe de lo que está pasando o, en el caso "más suave" de la situación, que se diga lo que ellos quieren, lo que ellos creen conveniente.

"Nunca habrá ni mordazas ni censuras al quehacer periodístico", dijo apenas el pasado 9 de noviembre el presidente Felipe Calderón Hinojosa, durante la inauguración de la 66 Asamblea General de la Sociedad Interamericana de Prensa. Y agregó que el crimen es la peor amenaza de la libertad periodística.

Empero, corresponsales de guerra de agencias internacionales de noticias, que han vivido cosas mucho peores en otras naciones, han comentado el riesgo de que la situación nos obligue a quedarnos en silencio. Todo por una guerra que no ha encontrado causa verdadera que la soporte y que desde le principio no convenció más que a sus autores.
Fuente:
www.milenio.com