jueves, 23 de septiembre de 2010

No disparen, soy periodista

Malas nuevas.
Ramón Lobo
ESPAÑA, septiembre 23.- Las fuerzas internacionales en Afganistán han detenido esta semana a dos periodistas locales. Un tercero, Hojatullah Mojadadi, fue arrestado por los servicios de espionaje afganos. Mohamed Nader, que trabaja para Al Jazeera, fue sacado de su casa en Kandahar en la madrugada del miércoles. Rahmatullah Nekzad, un freelace vinculado a la misma cadena de televisión y que colabora con la agencia estadounidense Associated Press, fue detenido el lunes en la provincia de Ghazni.

"Han sido detenidos porque tenemos  buena información de que están relacionados con la actividad talibán", dijo la portavoz de las fuerzas de la OTAN en Afganistán, comandante Sunset Belinsky. La Federación Internacional de Periodistas exige su inmediata liberación.

No es la primera vez que se detiene a periodistas con argumentos similares. Bilal Husein, fotógrafo de Associated Press, premio Pulitzer de 2005 y premio Miguel Gil 2008, estuvo en prisión dos años acusado de contactos con la insurgencia iraquí. Su delito: tener buenas fuentes y ser el primero en llegar a los lugares de los atentados. Aunque se anunció la presentación de evidencias jamás se presentaron. No hubo juicio. Ni sentencia. Ni perdone usted las molestias. Estuvo en un agujero negro legal. Igual que el fotógrafo Ibrahim Jassam de la agencia Reuters: más de un año y medio en prisión sin cargos.

No se conoce condena alguna contra un informador por colaborar con la insurgencia en Irak y Afganistán.

En democracia existe una separación entre el buen periodista con fuentes y el colaborador con un grupo armado que ayuda a realizar ataques. La separación la establece la ley, no el capricho de un militar, un espía o un político Es la base del Estado de Derecho.

Ejercer de periodista en una guerra es un trabajo cada vez más difícil. A las partes en conflicto no les gusta la información, prefieren la propaganda, la épica. Hasta la invasión estadounidense de Irak, en 2003, la parte débil, con excepciones, recibía bien a los periodistas extranjeros. Los 44 meses del cerco de Sarajevo fueron un ejemplo. Los reporteros extranjeros eran el seguro de una presencia informativa constante en todo el mundo, de la visibilidad de los bosnios.

Desde 2003, la parte supuestamente débil cuenta con videocámaras para grabar sus atentados y websites para distribuir sus mensajes por la Red. El monopolio de la información ha dejado de ser occidental. El mundo islámico, por ejemplo, dispone de Al Jazeera, una cadena excelente en inglés, que es el idioma que entiendo.

El periodista es ahora un espía para los insurgentes. David Rohde, de The New York Times, pasó siete meses con los talibanes por acercarse demasiado. La buena noticia es que sus captores, integristas, brutos, sin cintura intelectual, pero armados con Kaláshnikov, le pedían que les cantara canciones de los Beatles mientras que ellos hacían los coros. No está todo perdido. La brecha cultural no es tanta.

La parte fuerte ha escarmentado desde Vietnam: el exceso de información ayuda a perder las guerras. La del Golfo de 1991 fue un ejemplo de férreo control informativo. En las posteriores de Irak y Afganistán, y con la crisis económica actual que limita los viajes de los periodistas, el empotramiento se ha convertido en una excelente solución para todos. Los militares controlan mejor y los periodistas no gastan.

Fuente: www.elpais.com
Imagen: Monitor de agresiones a periodistas de Reporteros Sin Fronteras; tomado de www.elpais.com